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Andalucía

Antonio Machado, sevillano universal escribió, hace un siglo,

Este hombre no es de ayer ni de mañana,

sino de nunca; de la cepa hispana

no es el fruto maduro ni podrido,

es una fruta vana

de aquella España que pasó y no ha sido,

esa que hoy tiene la cabeza cana.

El pasado domingo mi compadre Antonio de la Torre publicó un post en su blog sobre las elecciones andaluzas para El Mundo con el título Yo soy andaluz en el que trataba, elegante y discretamente, de animar a los andaluces a votar por un cambio en su tierra. El artículo me pareció oportuno, brillante, emocionante y necesario. A la luz de los resultados, parece que o no lo leyó mucha gente, o los que lo leyeron no le hicieron mucho caso. O no se enteraron de nada.El caso es que aquí estamos, unos días después, con todos los datos sobre las elecciones ya publicados pueblo por pueblo, mascados, rumiados y asimilados. Los análisis y comentarios de uno y otro signo se suceden en los medios (mi compañero de 19magazine Paco Justo publica un excelente en su blog pelear o correr) y da la sensación de que nada puede hacer cambiar a Andalucía, a la que se acusa de entregarse plácidamente en los brazos de quien la tiene sumida en el atraso, el engaño y la corrupción. Es cierto que yo mismo, viendo el mapa de los resultados electorales teñido de rojo-Psoe, y después de haber seguido de reojo y con cierto distanciamiento la campaña que ha hecho la señora Susana Díaz, aún me pregunto como puede la gente votar, masivamente, a alguien tan poco interesante como Susana Díaz, amen de los ERES y otros casos de malversaciones, corruptelas y manifiestas muestras de estulticia o mala fe. Claro que menos aún me explico el millón de votos que se ha llevado el señor Moreno Bonilla.

¿Será cierto que los andaluces no quieren cambiar para mejor?, ¿que no quieren un sistema político libre de corrupción y clientelismo?, ¿que no quieren una información transparente y veraz sobre lo que ocurre, que no desean dejar atrás el tiempo de las subvenciones para alcanzar el tiempo de la modernidad?. Lo dudo, creo que hay mucho cliché y mucha mirada rancia sobre lo que ocurre al Sur de Despeñaperros. Conozco a muchos andaluces, algunos de ellos viviendo en Madrid y otros muchos allí. Mi padre era de Córdoba. No puedo decir, honestamente, que las personas que conozco de Andalucía son, en términos generales, menos trabajadores, menos brillantes, menos sensibles o con menos talento que las de otros lugares de España. Los políticos que más admiro y respeto del panorama español son Alberto Garzón y Julio Anguita, junto con Gaspar Llamazares. Por tanto, concluyo que el problema no son las personas. ¿Cuál es entonces? ¿Es el sistema? ¿son los medios de comunicación, la escuela?

No encuentro la explicación, pero lo cierto es que Andalucía pasará otros cuatro años bajo el gobierno del PSOE y con el PP como primer partido de la oposición, con el PIB un 25 % por debajo de la media española, un índice de paro un 25 % por encima y un montón de jóvenes andaluces pensando en salir de su hermosa tierra para buscarse la vida. Y el poema de Antonio Machado sigue tan vigente como hace cien años.

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Clinclineo rectal

Odio olvidar sacar las monedas de los bolsillos. Tras un día de curro o salida nocturna, da igual, ese momento de bajarse los pantalones y escuchar el metálico bote de las putas monedas siempre es desesperante. Me recuerda que he olvidado algo y me avisa de que voy a pasar un buen rato de rodillas.

España lleva unos años en posición genupectoral, esto es, con el culo en pompa, buscando monedas por los rincones; todavía se puede escuchar el sonido que hicieron al caer, aunque muchas no llegaron a rozar el suelo yendo a parar a bolsillos ajenos o convirtiéndose en rolex, aeropuertos y autopistas absurdas y estilos de vida preferentes.

La imaginación de un español medio no da para concebir tanta moneda junta. En 1977 la Hacienda Pública con su “somos todos”, anunciaba que el pago de impuestos era un deber y lo fuimos asumiendo para, treinta y siete años después, comprobar que muchos dirigentes se han enriquecido injustamente o han mirado para otro lado mientras se producía el descalabro. Una gran estafa gestionada desde los distintos gobiernos con igual soltura. “Estoy en política para forrarme”, “me das la mitad bajo mano”, “me he enterado por la prensa”, o aquel rumoreado «yo hago lo que veo en Palacio», parecen haber sido los verdaderos eslóganes de algunos de nuestros gobernantes.

Me dicen que no son todos, pero creo que olvidan el artículo 11 del Código Penal, ese que impone al “garante” un deber de evitar el resultado, ese artículo que, mareado por interpretaciones jurisprudenciales, piensa qué coño pinta cuando se trata de delitos de corrupción, teniendo en cuenta que el despilfarro y el latrocinio han sido un secreto a voces entre la clase dirigente y nadie ha dicho esta boca es mía, bueno sí, aquel “su problema se llama 3%” que nos dejó a todos, como los cebos de Sálvame, esto es, con el culo del revés.

En cada noticia sobre corrupción escucho el “clinclineo” de las monedas golpeando contra el suelo, cada vez que veo a Bárcenas, a Blesa, a Pujol, a Urdangarín…, recuerdo que tengo que agacharme y buscar monedas. Cada año que pasa, desde hace un lustro, y en mi empresa me comentan que eso de subir el sueldo a sus trabajadores es una cosa muy rara que se me ha metido a mí en la cabeza porque, en vista de la situación económica del país, debo de ser gilipollas, oigo las monedas precipitándose. Me recuerdan que soy uno de esos privilegiados que tienen trabajo y que debería ir por las esquinas dando las gracias y sonriendo, aunque no llegue a fin de mes, porque hay millones de personas en peores circunstancias que yo. Una oda al “mal de muchos consuelo de tontos” en toda regla. Y me voy con con los pantalones por las rodillas escuchando el clin clin de las monedas, que se van colando en los lugares más insospechados, y el sonido me recuerda que en breve adoptaré la posición perfecta para una exploración rectal.

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La primera vez de Pablo Iglesias

Piensen en su primera vez. Ya fuese planeada o improvisa, inevitablemente, todas las primeras veces van acompañadas de una gran excitación o, al menos, de un ¿saldrá bien? que altera al más templado, por no hablar de todas las trampas que pone nuestro organismo para impedir que llevemos a cabo las aventuras que nuestro cerebro idea; eso de dormir reguleras, la falta de apetito, la ingravidez estomacal…

Pablo Iglesias debe de tener el estómago a punto de cuajada. A sus treinta y seis, lleva años acumulando primeras veces de manera abusiva; su primer día como presentador, su primera vez como contertulio, su primer enfrentamiento con Inda, con Manhuerda (¡qué recuerdos!), su primer mitin político, su primera demanda a Alfonso Rojo, sus primeras elecciones europeas como candidato o su primer día en el Parlamento Europeo, por citar solo algunas de las últimas primeras veces del líder de Podemos. No le envidio la agitación.

Después de una primera vez, perdonen la perogrullada, ya no habrá nunca más una vez primera, a partir de ahí vendrán “otras veces”, su día a día, la vil rutina, un asco absoluto, de ahí que sea lógico esperar que ese primer acto sea épico, digno de epopeya, sin embargo, esa primera vez casi nunca es lo que uno desea. Por mucho que se planee hasta el más mínimo detalle, la ley de Murphy -eso de “si algo puede salir mal, saldrá mal”- se frota las manos esperando su momento. Y su momento llegará para dejar amargo recuerdo en el protagonista que se pasará la vida engrandeciendo un suceso que bien podría ser olvidado, de no ser porque es su primera vez y no hay manera de esquivar esa mierda.

¿Duele la primera vez? Sí, duele y mucho, porque sabes que estás cruzando una línea y no hay vuelta atrás y ese despertar a las expectativas, ya sean cumplidas o no, es siempre ingrato, aunque en ese momento, cegados por las dimensiones del acontecimiento, no seamos conscientes de ello.

Luego están esas otras “primeras veces”, aquellas en las que nos vemos obligados a ceder. Esas duelen más porque te ponen a prueba. Me pregunto si Pablo Iglesias ya ha tenido su primera vez en eso de flexibilizar sus principios, si ya se ha encontrado entre la espada y la pared, si ya ha tenido que cogérsela con papel de fumar, decir Diego donde decía digo o si ya ha pensado que todo vale para conseguir la victoria.

Sin duda ya ha tenido sus primeras veces en eso de las obligaciones propias del juego político, tan lleno de dar manos y sonreír a desconocidos, de cenas secretas a voces y de viajes al extranjero para dar a entender no sé qué. Quizá Pablo Iglesias ante los votantes de Alexis Tsipras fue por primera vez consciente de que puede, o quién sabe si aquella fue la primera vez que hizo una cosa absurda; viajar a Grecia para abrazar a un candidato uniendo su suerte a la suya.

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Las tribulaciones de Izquierda Unida

Izquierda Unida se regocijaba a principios del 2014 con los resultados que les daban las encuestas. Con un PSOE hundiéndose, se confirmaba lo que viene sucediendo desde el 78. Cuando el PSOE baja, IU sube, y viceversa.

Pero de pronto surge como un vendaval Podemos, y rompe el tablero electoral en las europeas. Un movimiento que inicialmente pidió ir en las listas con IU, a lo que Cayo Lara se negó, pensando que ahora era su momento. Tras el resultado de las europeas, están intentando arreglarlo con el ascenso a la primera línea de Alberto Garzón, pero puede que ya sea demasiado tarde.

Podemos, con varios politólogos sociólogos en sus filas, lo tiene claro. Si se quiere sacar más de un 25%, e intentar ser primera fuerza y tener capacidad de gobernar, hay que dirigirse al 60% que según el CIS se sitúa entre el 1 y el 6 en la escala izquierda-derecha. De ahí su discurso transversal, desdibujando el concepto de izquierda, y hablando de mayoría y minoría privilegiada.

Sin embargo para IU, los principios y las ideas no son negociables. Ellos dicen que son claramente de izquierdas, y lo que deben intentar, es convencer a la sociedad de que sus ideas son las correctas, y las que pueden mejorar el país. Es una estrategia más a largo plazo, y si se me permite la expresión, más inflexible pero más coherente. Mientras el reparto ideológico del país no cambie, de momento su porcentaje de voto objetivo no supera el 15%, que son las personas que se sitúan entre el 0 y el 3 en la escala.

Podemos, está claro que no quiere una coalición preelectoral a la antigua usanza, por lo que acabamos de indicar. Quiere luchar por la franja central del 4 al 6. Otra cosa será, tras las elecciones y los acuerdos postelectorales que se puedan producir. IU tiene que demostrar que puede aguantar por encima del 5% de los votos y no caer en el vendaval del voto útil. Pero la historia nos dice que esto es difícil, solo hay que ver lo que ha estado pasando con respecto al PSOE.

Si le sale bien la jugada a Podemos, y en las políticas económicas demuestra que se pueden hacer las cosas de otra manera, puede convertirse en el partido hegemónico de la izquierda, desde la extrema al centro, justo lo que es el PP en la derecha. Veremos que sucede en el campo de batalla. La política siempre nos depara sorpresas. Permanezcan atentos.