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Las cosas que no nos dijimos de Marc Levy

Hay un famoso proverbio chino que dice que hay tres cosas en la vida que nunca vuelven atrás: la palabra dicha, la flecha lanzada y la oportunidad perdida. La vida acontece en directo, no tenemos tiempo de ensayar, y a veces acertamos y otras nos equivocamos. De los aciertos no solemos acordarnos. Pero sí de los errores. Además, muchas veces nos torturamos pasándonos la película una y otra vez de nuestros fallos mientras pensamos eso de “ay, si tuviera otra oportunidad…”. Pues bien, hoy vamos a hablar de una novela de Marc Levy, el famoso autor francés, que precisamente trata sobre ese tema y cuyo título revelador ya anticipa al lector por donde van a ir los tiros: Las cosas que no nos dijimos.

Levy (Boulogne-Billancourt, 1961) es uno de los escritores más famoso del mundo y en su país es el escritor mas leído. Seamos sinceros, sus libros no son una gran innovación desde el punto de vista literario. Pero son bestsellers decentes, bien escritos y que atrapan el interés del lector. Levy tardó en llegar al mundo de la escritura, publicó su primera novela con casi 40 años, pero su entrada fue por la puerta grande. Su primera novela Et si c’était vrai (Ojalá fuera cierto) se convirtió en seguida en todo un bombazo llevándose incluso al cine. Las cosas que no nos dijimos fue publicada en 2008. Su última novela lleva por título La primera noche.

«Movida por la rabia, dio media vuelta y cruzó la habitación, decidida ahora a comprobar que el presentimiento que la embargaba era acertado».

Julia se encuentra en la cima del mundo. En el plano profesional es una trabajadora respetada y con éxito dentro del mundo de la animación. En el personal está justo a punto de casarse. Sin embargo todo está a punto de cambiar. A pocos días de la boda Julia recibe una llamada que le comunica que su padre ha fallecido en uno de sus viajes de trabajo. Su cuerpo pronto será repatriado y el funeral tendrá lugar justo el día en que estaba programada la boda, que tendrá lógicamente que cancelarse. Al día siguiente del entierro Julia recibe en su casa un paquete bastante peculiar, casi una broma macabra de su padre, que hará que se embarque en un viaje muy peculiar donde redescubrirá su propio pasado y la relación con su progenitor.

Y digo redescubrirá porque en el momento de arranque de la novela Julia y su padre prácticamente no hablan. Y es ahí donde el título de la novela cobra su verdadero significado. Julia busca en la novela la figura de su padre porque no la tuvo durante su infancia, centrado en su vida laboral sin hacer el más mínimo caso a su hija. O así lo percibe porque según su padre las cosas con diferentes. La culpa de que la relación entre ambos no sea buena es cuanto menos compartida. La distancia e incomunicación entre ambos no puede ser mediada por la madre que lleva ya varios años muerta (incluso los años previos a su muerte el Alzheimer la había dejado en otro mundo, aumentando así más la distancia entre ambos). Las relaciones disfuncionales se expanden también hacia el futuro pues Julia mantiene un relación bastante curiosa con su próximo marido.

Con la única persona con la que Julia consigue mantener una relación normal de confidencialidad es con su amigo Stanley, un anticuario de Nueva York. Ambos se conocieron en un momento en los cuales no estaban pasando por un buen momento y desde entonces forjaron una relación sincera donde se pueden decir de todo pensando en el bien del otro. De hecho el personaje de Stanley sirve muchas veces como contrapunto cómico para relajar la tensión a la que está sometida Julia desde el arranque de la novela.

No es la primera vez que Levy recurre a la relación entre vivos y muertos en su escritura. En su primera novela Levy habla de una mujer que, de nuevo, se encuentra en un buen momento personal que se ve interrrumpido por un terrible accidente de tráfico. Su cuerpo se queda en el hospital con un diagnóstico de muerte cerebral y constantes estables. Sin embargo, su espíritu se ha separado de su cuerpo y entra en contacto con un arquitecto, la única persona que puede verla.

Podemos decir que Las cosas que no nos dijimos no llega al nivel de Ojalá fuera cierto, pero Levy sigue explotando con éxito el tema de la muerte y el impacto que trae a las personas que se encuentran alrededor. No hay nada tan cierto en la vida como la muerte. Sin embargo, muchas veces preferimos mirar para otro lado y crearnos murallas para evitar confrontar esa verdad. La consecuencia directa es que cuando la muerte acaba llegando a nuestro huerto, como dice el poeta, pues esas murallas donde nos refugiamos se caen como castillos de naipes. Y, ya tarde, queremos tener otra oportunidad para decir esas cosas que nunca dijimos.

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