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La Cartuja de Parma, Stendhal

Hay una leyenda, no sé si falsa, que dice que Stendhal tardó 53 días en escribir La Cartuja de Parma. Se suele tardar mucho más en escribir un libro que en leerlo, Henri Beyle, cuyo nombre me parece mucho más sugerente que su seudónimo, parece que tiene el récord por lo bajo. He leído La Cartuja de Parma primero con entrega, luego con curiosidad, luego con resignación, incluso obligándome a mí mismo, cosa que no me gusta nada; la lectura debe ser un placer, para obligaciones ya tenemos un montón de asuntos vitales.

Se me ocurren las siguientes apreciaciones en torno a La Cartuja de Parma: La estructura es precaria y apresurada. En numerosas ocasiones el autor hace elipsis de varios días con un punto y aparte (a veces incluso meses), como si le molestara el tiempo, y ese me parece precisamente el error de la obra: que el tiempo no tiene entidad, las cosas suceden como en fotografías estancas, que no se relacionan unas con otras. Vemos Waterloo, vemos el lago de Como, vemos una familia aristocrática posando para la nada. Lo que sucede parece responder a la composición del relato de una vida (la del protagonista, Fabrizio). La puntuación del texto me resulta molesta, muy trabada. Ahora viene lo gracioso: Que el tiempo no tenga entidad, que la estructura parezca precaria o apresurada, que la puntuación parezca defectuosa… todo esto en otro libro puede pasar por genial. ¿Por qué en este no? Porque se supone que La Cartuja de Parma es una obra capital en el llamado movimiento realista, una pieza clave para comprenderlo.

Se me ocurre que realismo no es fotografiar un hecho, realismo es desplegar a la perfección en la cabeza del lector el aroma de una época, y poniéndonos estupendos, el sonido de aquel tiempo que pasó. Un maestro, una obra maestra consigue reproducir cien, doscientos años después, en la cabeza del lector, lo que sonaba mientras la obra era escrita. Y, atención, esto es lo más importante: que la música no suene a música antigua. O sea, que algo escrito hace pongamos cien años tiene que convencer porque debe sonar como si hubiera sido escrito ahora.

La Cartuja de Parma parece escrita hace mucho tiempo, y su hechura clásica podría pasar hoy en día por Best Seller, no otra cosa son los Best Seller más que literatura del diecinueve. Clasicismo industrializado.

La Cartuja de Parma pasa en un principio por novela de aventuras, con tintes políticos, o novela de intrigas palaciegas, donde el protagonista Fabrizio es movido como una marioneta por su tía y el amante de esta que tratan de conseguirle un puesto cardenalicio. Todo parece indicar que vamos a asistir a una estrategia de altos vuelos sociales para presenciar el ascenso a las tribunas religiosas de Fabrizio, pero mediada la novela el protagonista comete un asesinato y todo se vuelve entonces algo confuso. Fabrizio es encerrado y se enamora de la hija de su carcelero. Entonces la novela se convierte en una especie de Conde de Montecristo de bolsillo. Como curiosidad, añadir que el edificio de La Cartuja de Parma aparece solo en la última página del libro, cosa inquietante.